Sepultados por la lava

“¿Ven ese gato? Pues no se encariñen con él porque va a morir sepultado por la lava”. La erupción de un volcán en La Palma lleva semanas reclamando nuestra atención. Se trata de un fenómeno natural pavoroso que ha obligado a desalojar de sus casas a miles de ciudadanos. Muchos han perdido sus hogares y buena parte de sus pertenencias. Ahora tendrán que retomar sus vidas en circunstancias muy complicadas. 

La cobertura de una noticia como esta debería realizarse con un cuidado exquisito. Por desgracia, hay periodistas que prefieren exprimir el sufrimiento de las víctimas para arañar unos cuantos puntos de audiencia. El caso más sangrante se ha producido en el programa de Ana Rosa Quintana. Un reportero conectó en directo con una de las mujeres desalojadas. Después de enfocar a uno de sus gatos, le indicó que era posible que su mascota muriese engullida por la lava. Ana rosa intentó redirigir la conversación, pero el daño ya estaba hecho. 

Afortunadamente, es raro que en la televisión se produzcan errores de juicio de esta magnitud, pero hay otros, mucho más sutiles, que se repiten con demasiada frecuencia. Es común, por ejemplo, que los testimonios de las víctimas se emitan con música melodramática de fondo, algo que banaliza su relato convirtiéndolo en una experiencia cinematográfica para deleite del gran público. Las víctimas se merecen que les prestemos toda nuestra atención. Si la música acompaña sus palabras, debe permanecer en un discreto segundo plano sin imponerse al testimonio. La vida no es, afortunadamente, una película barata de sábado por la tarde. Abordarla como si lo fuera, forzando el drama lacrimógeno, frivoliza los hechos de un modo inaceptable. Al pervertir la forma se pervierte también el contenido.