Bulos para marcianos

Los medios de comunicación nos ofrecen una visión distorsionada de la realidad. Si un extraterrestre sintonizara una de nuestras tertulias, pensaría que somos unos animales broncos con una malsana inclinación hacia la mentira. Creería que vivimos abrazando bulos sin fundamento y que somos absolutamente incapaces de tender puentes con el vecino.

Sin embargo, la realidad es -afortunadamente- muy distinta. En nuestra vida cotidiana, atendemos a razones, dialogamos con gente con la que no compartimos ideología y celebramos los progresos científicos. El éxito incontestable de las campañas de vacunación contra el Covid es un buen ejemplo de ello. 

¿Por qué, entonces, los medios de comunicación se empeñan en transmitir una imagen tan funesta de lo que somos? ¿A qué se debe que tengamos una impresión tan precaria de nuestra sociedad?

John Oliver lo explicó hace varios años al abordar el debate sobre el cambio climático. Cuando se produce una polémica, los medios de comunicación tienden a ofrecer su espacio a las diferentes opiniones en liza sin que importe demasiado si se ajustan o no a lo que sabemos del mundo. Así, incluso quienes creen que la nieve no existe terminan apareciendo en nuestras pantallas.

La actitud de los medios de comunicación puede parecer abierta y conciliadora, pero, en realidad, es un sinsentido que logra que las opiniones delirantes y extremas terminen estando sobrerrepresentadas. Son muy pocas las personas que de verdad creen en majaderías conspiranoicas, pero su participación constante en las televisiones, los periódicos e internet nos hace pensar lo contrario.

John Oliver lo expuso en su programa con un ejemplo muy ilustrativo. Más del 97% de las investigaciones científicas publicadas en revistas académicas sostienen que el ser humano es responsable del calentamiento global. Esto es algo que la gran mayoría de nosotros sabemos y asumimos. No obstante, cuando el tema se debate en los platós de televisión, en las páginas de los diarios o en los canales de YouTube, se procura que haya un número similar de personas a favor y en contra.

Para evitar este problema, el director de la política editorial de la BBC, David Jordan, ha manifestado su compromiso con la proporcionalidad de las opiniones. “Los terraplanistas no van a contar con tanto espacio [en la cadena] como la gente que cree que la Tierra es redonda, pero ocasionalmente puede ser apropiado entrevistar a un terraplanista. Y si mucha gente cree que la tierra es plana, necesitaríamos abordar el asunto más a menudo”. El problema es que, incluso manteniendo las proporciones, la mera presencia de lunáticos conspiradores en los medios de comunicación los legitima como interlocutores válidos, algo que puede contribuir a la propagación de sus ideas.

El asunto se agrava todavía más cuando el debate involucra a personas famosas. Cuando un personaje público como Miguel Bosé niega la existencia del Covid o la eficacia de las vacunas, su proyección es mucho más amplia que la de cualquier científico del CSIC. La prueba es que todos conocemos cuál es la opinión del cantante. Precisamente por eso, no se debería alimentar la parrilla televisiva con sus palabras. Los bulos se desmontan con información veraz elaborada y transmitida por profesionales, no dando espacio a la mentira en horario de máxima audiencia.

Así las cosas, cabe exigir a los medios de comunicación una mayor responsabilidad no sólo seleccionando los temas de su agenda, sino también las voces que los abordan. Acoger a los negacionistas, los conspiranoicos, los magufos… es una forma de mentir y de emponzoñar el debate público. Una forma, en definitiva, de difundir fake news. 

Aunque sólo sea para no quedar en evidencia delante de los extraterrestres, deberíamos ser un poco más prudentes.